Todos los que me conocen bien saben de mi afición por las ruinas. Mis viajes siempre o casi siempre, giran en torno a algún lugar que visitar en ese sentido.
En mi viaje a Túnez, hace pocos años, quedé gratamente sorprendida por la cantidad de ruinas romanas que existen.Tenía especial interés en conocer el anfiteatro de El Djem y alquilé un coche sólo para dirigirme allí.
Una vez leí que muchas veces existen pequeños enclaves esparcidos por el mundo que nos proporcionan agradables sorpresas y esa fue mi sensación cuando visité ese pueblo perdido en el desierto a doscientos kilómetros de la capital. Cuando llegamos mi impresión fué realmente que había llegado a la nada, pueblo polvoriento, casas ruinosas, sin demasiado atractivo y llenas de niños. Pero sin embargo cuando te acercas al centro te encuentras con algo realmente maravilloso, vistoso, atractivo y te das cuenta del edificio impresionante que es el Coliseo. Para que os hagais una idea se le considera el segundo más importante después de el de Roma y en sus tribunas cabían hasta 35.ooo espectadores.A mi particularmente me gustó más éste que el de Roma.
Durante un tiempo lo recorrí en la más absoluta soledad, todo un privilegio para mi, acostumbrada a recorrer lugares como éste con miles de turistas. Subí escalón, tras escalón hasta llegar a lo más alto, recorrí todos los entresijos,y me imaginé a los gladiadores luchando y las fieras aullando. Fué todo un espectáculo para mis sentidos.